jueves, 20 de mayo de 2010

El Viejo

El reto de ser padre, no puede compararse con ningún otro que un hombre pueda tener. Con mi padre convivi poco tiempo, pues la muerte trunco su existencia cuando yo era un adolecente de 14 años.

Recuerdo momentos de gran alegría, pues de niño el era mi héroe, y por largos periodos de ausencia debido a su trabajo en Estados Unidos, cada vez que lo volvía a ver era un reencuentro con mi héroe personal.

Siempre fue alguien muy ingenioso, que gustaba de los últimos artilugios en tecnología. Le gustaba el ajedrez, el cine, el café y los marlboro light. También era gran aficionado de la naturaleza y de acampar en terrenos salvajes.

Gran parte de como soy, se lo debo a el, por los gustos que me inculco y todo lo que me enseño. La vida no fue justa con el, yo mismo no fui justo con el.

Me hubiera gustado platicarle mis hazañas, y que el me platicara las suyas. Decirle que lo siento por lo mal que me comporte, y que ahora entiendo todo lo que se esforzó por ser el padre que debía ser, y que logro sin que se lo reconociera en vida.

El viejo ya no pudo seguir con su andar, pues entre dolor y cansancio las piernas le tambaleaban al caminar. "Que vergüenza", pensaba él, pues su orgullo muy reacio a la vulnerabilidad, no le permitía darse esos lujos. El viejo comprendio que nada es para siempre, y que todo aquello que brilla con luz propia, algún día se debe extinguir. Al viejo ya no se le volvió a ver, solo su recuerdo que permanece en los demás, lo hace prevalecer mas allá del fin.

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