sábado, 14 de mayo de 2011

Los Jinetes del Apocalipsis

"Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira."

Apocalipsis 6:1


La envidia, esos celos por lo que no nos pertenece o no hemos logrado, es un sentimiento que nos envenena y nos lleva a la frustración. ¿Por qué no entender que el éxito o logros de los demás en base al sacrificio de su trabajo les pertenece a ellos?, no hay nada que envidiar, solo admiración, un recordatorio de que nosotros también podemos lograrlo.


El miedo, ese temor que nos hace cautivos, no es más que un freno que no nos permite avanzar. Qué gran sensación de orgullo a aquel que lo afronta con corazón noble y logra atravesar esa pared invisible.


El odio, el peor de los sentimientos, un ancla de plomo enorme que nos sujeta a algo o alguien y desvirtúa nuestro camino. ¿Cuánto más hace falta para saciar esa sed de odio?, nada podrá llenar ese hueco o sensación de vacío, nada. El perdón o en su caso el olvido, son mejores opciones para curarse esa malaria.


La maldad, producto de una mente enferma con un corazón sombrío, la campeona de la salida fácil. Destruye todo a su paso y deriva en todo lo negativo que el humano ha aportado en siglos de historia. ¿Por qué no aspirar a ser mejores si podemos ser productores de verdaderas virtudes?.

Nuestros demonios internos son los que nos hacen perder humanidad. Todos tenemos derecho a ser felices, pero no a costa de los demás.