martes, 8 de marzo de 2011

Los Deseos

Todo aquel que quiere algo, cómo un niño a un dulce, es porque ya ha probado su
sabor, y el volver a saborearlo le hace sentir unas ganas irrefrenables de obtenerlo.

¿Por qué esa gente hambrienta de poder, jadea, por volver a tener un nuevo mordisco de ese corrosivo manjar?

Será porque eso les brinda la comodidad que necesitan para su hedonismo.

¿Y si es un pobre diablo que en su vida ha tenido poder alguno, más que el de su voluntad?

No suena lógico; tal vez la ausencia de algo, haga surgir el deseo por conseguirlo.

¿Será el deseo origen de todo bien y maldad?

Pienso que si.

¿Cómo saciar el deseo, si no sabes que vas a obtener en realidad?

La respuesta es fácil: hazlo, y prueba tú mismo.

¿Cómo confiar en lo justo y lo noble de nuestras acciones para conseguirlo?

Dentro de nosotros, en la conciencia, en la mente lo sabremos, y será una verdad inherente a nosotros mismos. Nuestras aspiraciones deberían ir encaminadas a buscar satisfacer, de manera favorable un objetivo: aquello que produzca un progreso en nosotros y en los demás.

Sabio sea aquel que elija bien.

Valiente el que no tema fallar.