martes, 25 de mayo de 2010

Soldado sin fusil

Erase una vez un soldado, sumergido en un lugar inhóspito. El ambiente era desagradable y la humedad impedía respirar normalmente. Un rayo de sol caía sobre el casco del soldado, y este sudaba y exhalaba como si estuviera en un baño de vapor.

No entendía que estaba el haciendo ahí, ni mucho menos las razones por las que su país promovía esta guerra. Eran razones manipuladas, engañosas, perversas e inhumanas. Había intereses para forzar esa guerra y quienes manejaban los hilos, estaban sacando ventaja sin arriesgar un solo cabello.

El soldado ya había derramado sangre, sangre del que se suponía su enemigo. Se sentó por un momento sobre un escalón de piedra. Recargo su fusil en la base de un árbol. Estaba rendido. Estaba decidido a no pelear. Estaba decidido a renunciar, a ser un desertor.

Su país lo dio por muerto, y como todo quien perece en batalla defendiendo su nación, fue reconocido como héroe. Justo reconocimiento para quien se opone a destruir el paraíso del hombre.

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